San Agustín

Un hombre de todos los tiempos

Con la historia en la mano, Agustín nos resulta distante en el tiempo y distinto en los modos, nos separan muchos ańos, demasiados ańos de él; Agustín es hombre de su tiempo, es un hombre entre dos épocas, un hombre que ha vivido en un ambiente cultural determinado, comprometido con todos los movimientos culturales de su época y recogiendo lo mejor de ellos. No se puede olvidar nunca que Agustín es antiguo, basta ver la fecha de nacimiento; pero además de ser antiguo en cuanto a la cronología, es de la antigüedad cultural y filosófica de la que él ha bebido. Sin embargo, como ocurre con todos los genios y los santos no pueden quedar encerrados en una época histórica determinada, si no que participan del ahora perenne. Esto es más claro en Agustín, su figura permanece viva, estimulante y cercana a través de los tiempos; su pensamiento no sólo no envejece, sino que está tierno y actual y puede saciar el hambre de verdad y de bien que anida en el corazón humano: «S. Agustín es contemporáneo de cada hombre que vive en serio el drama de su pensamiento, que se siente como lanzado a un mundo que por todas partes proclama su insuficiencia. Es nuestro contemporáneo porque hace del mundo existencial humano el punto fundamental de su investigación filosófica». Como dice Ortega, Agustín es «la única mente en el mundo antiguo que sabe de la intimidad característica de la experiencia moderna».

Es probable que Agustín tenga una palabra que decirnos hoy, pero aunque tenga una palabra que decirnos, no tiene por qué resolver todos los problemas que tenemos hoy; lo que sí puede hacer desde su obra es incitarnos a resolverlos y, a la vez, ser foco que ilumina nuestro camino. Es prerrogativa del genio trascender los límites del espacio y del tiempo, pertenecer a todos los pueblos y a todas las épocas. Pero es innegable que este africano está más presente hoy que muchos genios filosófico o religiosos. Su teología germina y crece en su alma antes de traducirse en sus escritos, su doctrina es autobiográfica, nace en el corazón y se expresa después de ser experimentada en lo más profundo de su ser. La inquieta interioridad agustiniana es la fuente de la universalidad y de la perennidad del mensaje de verdad y de gracia divina que todavía, con inmutable frescura, nos conmueve y nos enalza. A Agustín la vida le inquieta siempre.

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